El nuevo Papa eligió su nombre en honor a León XIII, quien coronó a la Virgen de Luján en 1887. La elección coincidió con el 8 de mayo, día en que miles de fieles celebran a la patrona de la Argentina.
Este jueves, se vivió una jornada profundamente simbólica para la fe católica, no solo en la Argentina sino también en el mundo. Mientras miles de devotos se congregaban en la Basílica de Luján para rendir homenaje a la Virgen patrona del país, desde Roma llegaban noticias que conmovieron a toda la comunidad católica: el nuevo pontífice fue elegido y se presentó ante el mundo bajo el nombre de León XIV.
La elección del nombre no pasó desapercibida. El flamante Papa quiso rendir tributo a León XIII, el pontífice que en 1887 reconoció oficialmente la advocación de la Virgen de Luján y autorizó su coronación canónica, afianzando así su lugar como símbolo de fe y unidad nacional en el Río de la Plata.
León XIII también fue conocido por su pensamiento moderno y sus encíclicas sociales, especialmente Rerum Novarum, sobre los derechos de los trabajadores, valores que el nuevo pontífice también buscaría retomar.
La coincidencia con el 8 de mayo —día en que se celebra la festividad de la Virgen de Luján, patrona de la Argentina— fue interpretada por muchos como un signo de continuidad espiritual.
La imagen de la Virgen, llegada desde Brasil en 1630 y venerada desde que milagrosamente “eligió” quedarse en las tierras de Luján, representa desde hace siglos la devoción del pueblo argentino.
Según la tradición, la carreta que la trasladaba se detuvo sin explicación en las cercanías del río Luján y no volvió a moverse hasta que bajaron la imagen. Aquel suceso marcó el inicio de un culto que hoy sigue convocando multitudes.
La Basílica de Luján, ubicada a unos 70 kilómetros de Buenos Aires, volvió a llenarse de fieles este jueves. Allí se celebraron misas especiales y se elevaron plegarias por el país, por el nuevo Papa y por el futuro de la Iglesia. No faltaron banderas argentinas, estampitas y velas encendidas, en un clima de emoción profunda ante lo que muchos consideran una providencial señal del cielo.
Al asumir su pontificado como León XIV, el nuevo Papa no solo recordó a su predecesor de fines del siglo XIX, sino que también reavivó el vínculo con una de las advocaciones marianas más queridas del continente. Un gesto que, en tiempos de incertidumbre, fue leído como una reafirmación del lazo entre Roma y el fervor popular latinoamericano.